Por: Valentina Correa
Los paisajes rurales de Colombia son una mezcla de diversidad. Desde las extensas llanuras de la Orinoquía hasta las soleadas costas del Caribe, cada región tiene su propia historia que contar. Sin embargo, detrás de estos panoramas se encuentra una realidad que a menudo pasa desapercibida: el papel vital y transformador que juegan las mujeres en estas comunidades.
La imagen tradicional de la mujer rural a menudo se limita a una figura trabajando en el campo. Sin embargo, esta visión no captura la amplitud de su influencia. De acuerdo con el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), las mujeres representan el 48% de la población rural en Colombia. Estas mujeres no solo contribuyen al mantenimiento de la economía agrícola, sino que también juegan roles esenciales en la educación, la salud, la cultura y el desarrollo comunitario. De hecho, en muchas regiones, son ellas quienes impulsan proyectos que buscan ampliar las oportunidades de la región para mejorar su calidad de vida.
A pesar de su papel indispensable para el desarrollo social, las mujeres rurales en Colombia enfrentan desafíos profundos y persistentes que limitan su progreso y el de sus comunidades. Un 41% de ellas vive en condiciones de pobreza, lo que restringe su acceso a servicios básicos como la educación, la salud y la propiedad de la tierra. Este reto se agrava cuando consideramos que una de cada 12 niñas y jóvenes rurales entre 6 y 21 años no puede asistir a la escuela debido a las responsabilidades domésticas. En las zonas rurales, el 80% del tiempo dedicado a trabajos no remunerados, como el cuidado del hogar, es aportado por mujeres.
De igual manera, la falta de acceso a servicios financieros limita la capacidad de las mujeres para invertir en sus proyectos y mejorar sus condiciones de vida. Sin acceso a créditos y servicios bancarios, muchas de ellas se ven atrapadas en un ciclo de vulnerabilidad económica que es difícil de romper sin apoyo externo. Otro de los factores a considerar es el de la violencia de género. En las zonas rurales, donde el acceso a la justicia y la protección es limitado, muchas mujeres enfrentan situaciones de abuso y violencia sin tener a dónde recurrir.
Sin embargo, a pesar de estos desafíos, las mujeres rurales han demostrado una notable capacidad de innovar y generar cambios desde sus contextos. Ellas no solo se enfrentan a estas barreras, sino que también están liderando iniciativas que promueven el cambio en sus comunidades. Este espíritu de superación y liderazgo se manifiesta en múltiples formas, desde la innovación en prácticas agrícolas hasta la creación de redes de apoyo comunitarias que fortalecen la cohesión social y el bienestar colectivo.
Sara Pushaina (Fellow 2023) y Josefa Hernández (Fellow 2022), son ejemplos de quienes personifican la fuerza de las mujeres rurales en Colombia. A través de sus experiencias, nos muestran cómo han superado los desafíos y han creado soluciones innovadoras para mejorar sus comunidades. Tanto en proyectos de emprendimiento cultural para generar ingresos a las mujeres como la construcción de centros materno-infantiles que están transformando la atención sanitaria en zonas rurales, estas historias no solo inspiran, sino que también destacan el potencial de las mujeres rurales para liderar un desarrollo inclusivo y sostenible.
Desde los altiplanos andinos hasta las costas caribeñas, pasando por la selva amazónica, las mujeres rurales colombianas han sido y siguen siendo pilares en la construcción de un país más justo y equitativo. Sus esfuerzos, a menudo invisibles, son la prueba de un nuevo panorama rural donde la igualdad de género y el desarrollo inclusivo son, no sólo posibles, sino indispensables. Sin embargo, para que su impacto sea verdaderamente transformador, es crucial que continúen recibiendo el apoyo necesario.
Conoce más sobre las distintas facetas de las mujeres rurales, sus retos y sus oportunidades y descubre las historias de liderazgo contadas por las mismas voces de las mujeres en la ruralidad.
Conoce el impacto de las mujeres rurales a través de las historias y experiencias de dos Fellows de Acumen: Sara Pushaina y Josefa Hernández.
Josefa María Hernández Cabarcas, es Cofundadora de la Asociación de Mujeres Palenqueras, para el Desarrollo Integral comunitario “Kasimba de Sueños”. Es lingüista, Magíster en Ciencias Políticas y Maestrante en Administración Pública.
Sara Victoria es líder Indígena Wayuu, del clan Uriana. Realizó sus estudios superiores en la Universidad de la Guajira, con un diplomado en gestión de innovación empresarial y diplomado en participación ciudadana. Ha participado en diferentes seminarios empresariales.
Por: Laura Polanco
En Colombia, las mujeres rurales son el pilar de muchos hogares. Cerca del 35% de los hogares rurales están encabezados por mujeres, quienes a menudo asumen una doble carga: trabajar en el campo y cuidar de sus familias sin el apoyo de una pareja. Su contribución a la seguridad alimentaria y a la economía local es invaluable, a pesar de enfrentar mayores desafíos y desigualdades.
Brechas educativas que limitan el progreso
La educación superior es un privilegio al que muchas mujeres rurales no pueden acceder. Mientras que el 23.6% de las mujeres urbanas cuentan con estudios universitarios, este porcentaje se reduce drásticamente al 1.6% en las zonas rurales. Esta brecha se debe a múltiples factores como la distancia a los centros educativos, la falta de recursos económicos, las responsabilidades domésticas y la prevalencia del embarazo adolescente, que interrumpen los trayectos educativos de las jóvenes rurales.
Gráfica 1: Población de 5 años o más según nivel educativo alcanzado y sexo. Total zonas urbanas y rurales 2022 (Porcentaje)
Desafíos sociales: Matrimonio y maternidad en la niñez
En las zonas rurales de Colombia, casi el triple de niñas y adolescentes están unidas en matrimonio o en parejas estables comparado con las áreas urbanas. El 7.8% de las niñas rurales ya viven esta realidad, mientras que en las ciudades solo el 2.9%. Esta situación limita significativamente sus oportunidades educativas y aumenta su riesgo de embarazo adolescente, lo que a su vez restringe sus posibilidades de desarrollo futuro. De hecho, la tasa de fecundidad en niñas de 10 a 14 años es el doble en las zonas rurales, alcanzando 3.5 nacimientos por cada 1,000 niñas, comparado con 1.6 en las áreas urbanas. Esta alta tasa de fecundidad temprana interrumpe sus trayectorias educativas y las expone a mayores riesgos para su salud.
"La doble jornada: Trabajo invisible de la mujer rural"
En las zonas rurales de Colombia, las mujeres enfrentan una triple desigualdad: una carga desproporcionada de trabajo doméstico no remunerado (79.8% del total de horas dedicadas al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado fueron aportadas por las mujeres), una brecha salarial del 33% (20% superior a la urbana) y un acceso limitado a servicios básicos y oportunidades. Esta situación las coloca en una posición de mayor vulnerabilidad.
Gráfica 2: Horas anuales dedicadas al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado. Zonas rurales. 2021. (Millones)
"Inseguridad y violencia hacia la mujer rural"
Si bien en cuanto a agresiones físicas sufridas personalmente o hacia sus familiares las mujeres rurales reportan una percepción de inseguridad ligeramente más baja que en las zonas urbanas, con un 15.1% frente el 19.2%, la presencia de guerrillas en las zonas rurales de Colombia evidencia una gran diferencia frente a las mujeres en cascos urbanos, donde las mujeres en la ruralidad se sienten inseguras o muy inseguras de la presencia de guerrillas en su territorio en un 17.8% en comparación a un 7.4% de las mujeres urbanas. La presencia de estos grupos armados ilegales genera un clima de inseguridad que restringe significativamente la movilidad y su calidad de vida limitando su acceso a servicios básicos, oportunidades económicas y participación en la vida pública.
"El impacto económico en las mujeres rurales"
Las mujeres rurales en Colombia enfrentan una crisis de desigualdad que las limita en múltiples aspectos. Casi el 30% de los hogares rurales encabezados por mujeres viven en pobreza multidimensional, una cifra 19.3 puntos porcentuales superior a los hogares urbanos con jefatura femenina. Esta situación se agrava por una inseguridad alimentaria que afecta al 30.9% de estos hogares. Las barreras para acceder a créditos no se quedan atrás: el 91.2% de las solicitudes de crédito de vivienda y el 88.4% de las solicitudes de crédito comercial son negadas a las mujeres rurales. La falta de adaptación de los productos financieros y la educación financiera limitada profundizan esta brecha.
Gráfica 3: Índice de pobreza multidimensional de hogares con jefatura femenina. Zonas urbanas y zonas rurales. 2012-2022
Por: Lina Rueda
Sara Pushaina y Josefa Hernández, a través de sus experiencias y voces, comparten con las mujeres rurales un mensaje que busca llegar a los diferentes rincones de Colombia, para que la labor de las mujeres siga transformando los territorios.
En Colombia cerca del 80% de los municipios de los municipios son considerados rurales y en ellos las mujeres desempeñan un rol fundamental en el desarrollo tanto comunitario como económico y social. Son ellas quienes llevan la batuta en el cuidado de sus familias, son quienes se encargan de cultivar las tierras y asimismo promover las actividades que contribuyen a la mejora de la calidad de vida de quienes las rodean. Sin embargo, a pesar de esa gran contribución, enfrentan una serie de retos que limitan su desarrollo. Estos desafíos, aunque profundos, no son insuperables. Con el fomento y oportunidades adecuadas, es posible levantar barreras que transformen sus vidas y, a su vez, fortalecer el tejido social de sus comunidades. Explora nuestro blog y conoce más sobre los retos y oportunidades que enfrentan las mujeres rurales en Colombia haciendo click aquí.
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